Piedra, agua y fuego


Hola amigos, disculpad la tardanza. No es por la crisis, de la que no quiero ni hablar por no tener que escribirla con mayúsculas y poder eludir el cabreo con el fin de no contaminar. Es por mi crisis que no viene a cuento, que se liga y agita con la otra, esa que no quiero ni nombrar y que compartimos todos… bueno la mayoría. Los hay que no sólo no la notan, si no que se la llevan a Suiza o a las Galápagos, que tanto da. Fin del asunto.







Pepe Gámez, Agustín Espinosa, Inmaculada Valiño,
Felipe Cortés, Marián Moreno,Josefina,Luis Carranza,
detrás están. Ana Guijarro, Vicente García, Julia Gallo,
Ana Guerrero,Jacinto Gil,Pepe Olivas,Ángel Puértolas,
en primera línea,Pepe Iglesias e Inés Blázquez,
en Puerta Cerrada.

El otro día, un sábado beturio de estos que nos llevan a andorrear por ahí, perdimos nuestros pasos por Madrid de la mano y el conocimiento de Felipe Cortés Sánchez y a fe, amigos, que mereció la pena. Hacía frío, a pesar del sol, que estaba por estar. El mismo sol del Mayrit, de ayer, con la brisilla que no apaga un candil pero que es capaz de dejarte tiesa.

No pretendo repetir cuánto se aprende a la sombra, la luz, de los que saben, así que no voy a intentarlo, más que nada por no desvirtuar el contenido y porque muchas veces mi atención se aleja, contra mi voluntad, de los maestros, quedando prendida en el placer que me produce el doloroso silencio de la historia, esta que se intuye, que se imagina y que te lleva a sentir, no sólo lo que fue, si no lo que pudo ser, en la huella que dejan, no las grandes arquitecturas, si no la de aquel callejón en el que se batió con la peor suerte Escobedo o aquel mármol del velador de un café en el que Bécquer soñaba versos o Larra veía crónicas en los espejos de la muerte y entrever como se desploman, con un aroma de flores mustias, los siglos a través de unas persianas de la Plaza Mayor, donde Felipe IV se asomaba a los balcones escotados de la Calderona. Yo, una pésima alumna, prendida en la huella del latido de Madrid. Gracias Felipe por hacérnoslo sentir.
El río Manzanares, tal como era (imagen internet)
Realmente, no era mi intención empezar así, por lo que voy a intentar arreglarlo: Erase una vez un pequeño lugar en medio de la nada, recorrido por un arroyo, aprendiz de río,/ que trae más agua en un jarro/ que cualquier cuartillo de vino/ como diría mucho tiempo después alguien que le dio por escribir, llamado Dn. Francisco de Quevedo. Un lugar, apenas una aldea, tan dentro de la geografía que nos parecería que su nombre árabe, Mayrit, abundancia de ríos es un despropósito
 
El río Manzanares, tal como es en la actualidad. Imagen internet
Madrid nació en la calle Segovia al borde de un arroyo enriquecido por aguas subterráneas, a la altura de Puerta Cerrada. Y ahí, en sus orígenes, situamos nuestro punto de encuentro y en uno de cuyos establecimientos haciendo chaflán, calentamos la espera con un café cuya superficie cremosa formaba un bodoque de flores, delicadamente delineado  en su superficie, arte efímero que se me fue por la boca con la pena de quien destroza a sabiendas un lienzo irrecuperable.  Esta Puerta, se llamó inicialmente Puerta de la Culebra, por el relieve de un dragón que se encontraba esculpido en ella. A raíz de los asaltos y delitos que se cometían en sus cercanías, se decidió cerrarla y de ahí su nombre. 
Muro con trampantojo en la Plaza de Puerta Cerrada
 Pero en el muro donde un día fue,  el pueblo no puede dejar de recordarla con un graffiti que recuerda el primer lema del escudo de la ciudad: "Fui sobre agua edificada. Mis muros de fuego son. Esta es mi insignia y mi blasón”. Pronto los primeros pobladores protegieron su aldea rodeándola  de una muralla de piedra de pedernal que, al rebote de las flechas y lanzas sobre sus piedras, producían destellos, chispas y centellas. Y este es el origen de la Villa y Corte: piedra, agua y fuego. Los tres elementos. Aún no se conocía el café bordado con corazones y margaritas en el relieve de su espuma.







Café creativo
Con el tiempo, este pequeño lugar dejó de ser mora para ser conquistada cristiana y acabó “Villa imperial y coronada” por Carlos I, el Emperador, quizás para compensar el desagrado que le producía  tener que vivir en aquel lugar dejado de la mano de Dios, cuyo único aliciente eran tal vez el clima o la proximidad de los cotos de caza de El Pardo, Valdemoro o Galapagar. El caso es que los nobles recién llegados con la corte, acostumbrados al lujo y comodidad, mostraron poco entusiasmo y optaron por la provisionalidad y, en lugar de construir, ocuparon las modestas viviendas existentes cuyos interiores engalanaron para subrayar las diferencias y, para más abundancia, en virtud de la ley de Regalía de Aposento, cada propietario de una vivienda tenía que ceder la mitad de la misma a un cortesano, una carga que los habitantes intentaron eludir, creando construcciones “a la malicia” edificando casas de dos plantas con una fachada que diera la apariencia de una sola, existiendo alguna aún en la actualidad en la calle Puñonrostro que exhibe el certificado de inspección que da fe de que su construcción no había sido maliciosa.

Estamos cerca de la judería, que dio origen al epíteto de manolos, el nombre con el que se conocía a los judíos conversos de Lavapiés que estaban obligados a bautizar a su primogénito con este nombre, derivado de Enmanuel, nombre de Jesús. Y, mientras andamos recorriendo plazas y me entumece el frío de enero, siento que si cierro los ojos, puedo envolverme en la noche de invierno de 1745 y como una voyeur escondida en el túnel del tiempo, seguir a don Juan de Echenique, capitán de la Real Guardia de Corps, paseando por la calle Sacramento y percibir hasta el sonido de sus botas en el empedrado, mientras lanza un requiebro a una hermosa que se asoma a un balcón que, rendida, le invita a subir. Desde la calle, veo como el capitán sube las escaleras hasta la alcoba donde  le espera la dama. La casa está ricamente decorada con tapices y cristales de la Granja cuelgan de los techos esparciendo luz. El decoro y la sensibilidad hacia la intimidad ajena me hacen regresar, pero me contaron, con el susurro del secreto o del temor que produce lo inexplicable, que la noche pasó deprisa, que el galán perdió la noción del tiempo y que las campanas de san Justo indicaron la hora del relevo. Se vistió atropelladamente, bajó a toda prisa las escaleras y salió de la casa. LLegando a la calle Mayor, echó de menos el espadín. Regresó corriendo a la mansión donde había entretenido sus horas y llamó varias veces, sin recibir respuesta. Un vecino se acercó al oír la barahunda de golpes reconviniéndole su proceder y su insistencia en llamar a una casa que llevaba vacía más de cuarenta años.  

Calle Sacramento
 Don Juan, confundido, le dijo que era imposible, él había pasado allí toda la noche y se había dejado olvidado en esta vivienda su espadín. Ante la insistencia del capitán, el vecino cogió la llave y abrió la puerta. Don Juan palideció, cuando vio una casa en abandono de décadas: muebles cubiertos de polvo, tapices raídos, cortinas desgarradas, olor a encierro y humedad... Sin poder dar crédito a lo que veía y pensando que su imaginación le había trastornado, abrió la alcoba donde había pasado la noche de fuego y pasión y vio, colgado de una silla, su espadín. Don Juan de Echenique, a lomos de las advertencias que envía el Más Allá, ingresó en un convento. El espadín se colocó en la parroquia de san Sebastián a los pies del Cristo de la Fe, que es conocido como el Cristo del Guardia de Corps. El que quiera y deba, puede escarmentar en camisa ajena, que no le echo yo ninguna maldición gitana, pero ...Madrid es así. Tentador y con castigo. Hala.
 
El recorrido final lo dejo para la imagen, más fidedigna que mi recuerdo que derrapó al final ante una copa de vino que fue a calentar de nuevo los motores del alma y del cuerpo, como se merece un digno beturio normal, además de un plato de callos con garbanzos, muy rico, pero con pocos callos, casi apto para la cuaresma, pero en el que hasta mojé pan. Remilgos y finuras aparte. A.Pons Coch


Felipe Cortés , ante la atenta escucha del grupo


Bien abrigados.
Los más valientes sucumbiendo al frío y subiendo cremalleras
En las escaleras de la iglesia Pontificia de san Miguel
El teatro Español, en la plaza de santa Ana
¿Para que añadir comentarios?

Poniéndose las botas


















AGENDA y NOTIFICACIONES


Dada la demanda para adquirir libros de las distintas colecciones de BETURIA, informamos a los interesados que actualmente el stock disponible, que iremos actualizando periodicamente, es el que sigue:
Viejas estampas
Cofradías de Segovia
Adoración de los Pastores de Alejandro García
Relumbres de espejuelos de Manuel Pecellín
Escritores extremeños en los cementerios de España III de Ricardo Hernández
Volver a Extremadura de José Mª Peña
La Coronado, personajes de su Historia.

5 comentarios:

Inmaculada Valiño dijo...

Muy bien Antonia. Pasamos frío, nos costipamos pero valió la pena.

Beturia dijo...

Gracias Inmaculada. Sí valió la pena. Pero es que también vosotros lo merecéis

Laura Olalla dijo...


Querida Antonia. Un placer haber recorrido hoy las páginas de este Blog Beturiense, que con tanta excelencia sabes llevar para el recreo de participantes y visualistas. Felicidades a D. Luis Carranza por ese merecido homenaje... lamentando mucho no poder desplazarme a cuantos eventos y lugares quisiera. También deseo transmitir de modo especial un abrazo fraterno a D. Manuel Pecellín – Ilustre, como tantos de las Letras Extremeñas, a Dña. Julia Rodriguez Moñino por su persona y su inteligencia, a D. José Iglesias por su infatigable trabajo al servicio de los Beturios, y a cuantos hacen posible con sus interesantes escritos a acercarnos, a quienes no somos Historiadores, un poquito más a la buena cultura. Mi amistad y mi cálido abrazo para todos los Extremeños de vocablo amable y sincero corazón.
Laura Olalla

Laura Olalla dijo...

Querida Antonia. Un placer haber recorrido hoy las páginas de este Blog Beturiense, que con tanta excelencia sabes llevar para el recreo de participantes y visualistas. Felicidades a D. Luis Carranza por ese merecido homenaje... lamentando mucho no poder desplazarme a cuantos eventos y lugares quisiera. También deseo transmitir de modo especial un abrazo fraterno a D. Manuel Pecellín – Ilustre, como tantos de las Letras Extremeñas; a Dña. Julia Rodríguez Moñino por su persona y su inteligencia, a D. Ricardo Mejía; a D. José Iglesias por su infatigable trabajo al servicio de los Beturios, y a cuantos hacen posible con sus interesantes escritos a acercarnos, a quienes no somos Historiadores, un poquito más a la buena cultura. Mi amistad y mi cálido abrazo para todos los Extremeños de vocablo amable y sincero corazón.
Laura Olalla

Beturia dijo...

Gracias Laura, por seguirnos en este blog y por tus parabienes. Aunque no se hace por el aplauso, siempre es grato y motivador el recibirlos. Y todas las personas que nombras merecen tenerlos y son acreedoras del respeto que les dedicas. Un abrazo.